Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron lo que había pasado, le dijeron a Jesús: 'Señor, permítenos orar para que caiga fuego del cielo y destruya a todos los que viven aquí'.
Una de las cabezas del monstruo parecía tener una herida mortal. Pero la herida sanó; lo que hizo que todo el mundo se asombrara y creyera en el monstruo.