David entró en la casa de Dios, tomó el pan sagrado que sólo los sacerdotes tenían permiso de comer, y comieron él y sus compañeros.
Entraron en la casa de Dios y comieron el pan sagrado. Ni a David ni a sus compañeros les estaba permitido comer ese pan. Sólo los sacerdotes podían comerlo.
Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede hacerse y lo que no puede hacerse en el día de descanso. Jesús sana a un hombre en sábado