Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y se arrodillaron para adorarlo. Abrieron los cofres que llevaban y le regalaron al niño oro, incienso y mirra.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran en seguida a ayudarles. Entre todos llenaron las dos barcas. Eran tantos los pescados, que las barcas estaban a punto de hundirse.
Pedro, Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, y todos los demás, estaban muy asombrados por la gran pesca que habían hecho. Pero Jesús le dijo a Pedro:
--No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí.
Ahora conocemos a Dios de manera no muy clara, como cuando vemos nuestra imagen reflejada en un espejo a oscuras. Pero, cuando todo sea perfecto, veremos a Dios cara a cara. Ahora lo conozco de manera imperfecta; pero cuando todo sea perfecto, podré conocerlo tan bien como él me conoce a mí.