Cuando llegaron, vieron que la piedra que tapaba la entrada de la tumba ya no estaba en su lugar.
De pronto, hubo un gran temblor; un ángel de Dios bajó del cielo, movió la piedra que cerraba la tumba, y se sentó sobre ella.
El domingo, al amanecer, las mujeres fueron a la tumba de Jesús, llevando los perfumes que habían preparado.
Entonces entraron a la tumba, pero no encontraron el cuerpo de Jesús.
Todavía con lágrimas en los ojos, Jesús se acercó a la cueva donde habían puesto el cuerpo de Lázaro, y ordenó que quitaran la piedra que cubría la entrada. Pero Marta le dijo: --Señor, hace cuatro días que murió Lázaro. Seguramente ya huele mal.
La gente quitó la piedra de la entrada. Luego, Jesús miró al cielo y dijo: 'Padre, te doy gracias porque me has escuchado.