Allí en medio del patio del palacio, habían encendido una fogata y se sentaron alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos.
En esos días, los sacerdotes principales y los líderes del país se reunieron en el palacio del jefe de los sacerdotes, llamado Caifás.
Jesús sufría mucho, pero oraba con más fuerza que antes. Su sudor caía al suelo como grandes gotas de sangre.
En eso, una sirvienta vio a Pedro sentado junto al fuego, se quedó viéndolo bien y dijo: --Este también andaba con Jesús.
¡No se dejen engañar! Bien dice el dicho, que 'Las malas amistades echan a perder las buenas costumbres'.