Al principio, el juez no quería atender a la viuda. Pero luego pensó: 'Esta viuda molesta mucho. Aunque no le tengo miedo a Dios ni me importa la gente, la voy a ayudar. Si no lo hago, nunca dejará de molestarme''.
'Finalmente, el dueño se puso a pensar: '¿Qué puedo hacer?' Y se dijo: 'Ya sé; enviaré a mi hijo que tanto quiero. Estoy seguro que a él sí lo respetarán'.
Cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y nosotros los respetábamos. Con mayor razón debemos obedecer a Dios, que es nuestro Padre que está en el cielo, pues así tendremos vida eterna.