Luego le preguntó a otro: '¿Y tú, cuánto le debes a mi patrón?' Ese hombre respondió: 'Diez mil kilos de trigo'. El empleado le dijo: 'Toma tu cuenta y anota ocho mil kilos'.
'Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le dijo: '¡Págame ahora mismo lo que me debes!'
Aquel hombre contestó: 'Le debo cien barriles de aceite de oliva'. El empleado le dijo: 'Aquí está tu cuenta. Rápido, siéntate y, en lugar de cien barriles, anota cincuenta'.
'Al saber esto, el patrón felicitó al empleado deshonesto por ser tan astuto. Y es que la gente de este mundo es más astuta para atender sus propios negocios que los hijos de Dios.