Un maestro de la Ley se acercó para ver si Jesús podía responder a una pregunta difícil, y le dijo:
--Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?
Todas las personas que hemos mencionado murieron sin recibir las cosas que Dios les había prometido. Pero como ellos confiaban en Dios, las vieron desde lejos y se alegraron, pues sabían que en este mundo ellos eran como extranjeros que estaban de paso.