Los judíos y los no judíos que vivían en Éfeso se dieron cuenta de lo que pasó, y tuvieron mucho miedo. Y por todos lados se respetaba el nombre del Señor Jesús.
Al oír esto, Ananías cayó muerto allí mismo. Entonces unos muchachos envolvieron el cuerpo de Ananías y lo llevaron a enterrar. Y todos los que estaban en ese lugar sintieron mucho miedo.