Los guardias contestaron: --¡Nunca ha hablado nadie como lo hace ese hombre!
Todos hablaban bien de Jesús, pues se admiraban de las cosas tan bonitas que decía. La gente preguntaba: --¿No es este el hijo de José?
Todos estaban admirados de sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad.
Pues ahí está, hablando con la gente; ¡y nadie le dice nada! ¿No será que nuestros gobernantes creen de verdad que él es el Mesías?
Los fariseos oyeron lo que la gente decía. Entonces ellos y los sacerdotes principales enviaron a unos guardias del templo para que arrestaran a Jesús.