Los jefes de los judíos, que vivían en Jerusalén, enviaron a algunos sacerdotes y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió claramente:
--Yo no soy el Mesías.
Cuando muchos de los seguidores de Jesús le oyeron enseñar esto, dijeron:
--Esto que dices es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede estar de acuerdo contigo?
Algunos fariseos dijeron: 'A ese hombre no lo ha enviado Dios, pues desobedece la ley que prohíbe trabajar en sábado'. Pero otros decían: '¿Cómo puede un pecador hacer milagros como este?' Y no se ponían de acuerdo.
Los que no tienen el Espíritu de Dios no aceptan las enseñanzas espirituales, pues las consideran una tontería. Y tampoco pueden entenderlas, porque no tienen el Espíritu de Dios.