Allí Saulo estuvo ciego durante tres días, y no quiso comer ni beber nada.
En Damasco vivía un seguidor de Jesús llamado Ananías. En una visión que tuvo, oyó que el Señor lo llamaba: --¡Ananías! ¡Ananías! --Señor, aquí estoy --respondió. Y el Señor le dijo:
Por fin, Saulo se puso de pie pero, aunque tenía los ojos abiertos, no podía ver nada. Entonces lo tomaron de la mano y lo llevaron a la ciudad.