Sin embargo, muchos judíos y algunos de sus líderes creyeron en Jesús, pero no se lo decían a nadie porque tenían miedo de que los fariseos los expulsaran de la sinagoga.
Después de esto, José, de la ciudad de Arimatea, le pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. José era seguidor de Jesús, pero no se lo había dicho a nadie porque tenía miedo de los líderes judíos. Pilato le dio permiso, y José se llevó el cuerpo.
Los padres dijeron esto porque tenían miedo de los jefes judíos, ya que ellos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que creyera y dijera que Jesús era el Mesías.
Los judíos y los no judíos que vivían en Éfeso se dieron cuenta de lo que pasó, y tuvieron mucho miedo. Y por todos lados se respetaba el nombre del Señor Jesús.
Juntos alababan a Dios, y todos en la ciudad los querían. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran. De ese modo el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande.
Los jefes de la Junta Suprema les advirtieron que tenían que dejar de hablar de Jesús. Luego los soltaron, porque no podían castigarlos, pues todo el pueblo alababa a Dios por haber sanado milagrosamente a ese hombre, que tenía más de cuarenta años de edad. Los seguidores de Jesús oran a Dios
Entonces el jefe de los guardias y sus ayudantes fueron y arrestaron de nuevo a los apóstoles, pero no los maltrataron porque tenían miedo de que la gente se enojara y los apedreara.
Al oír esto, Ananías cayó muerto allí mismo. Entonces unos muchachos envolvieron el cuerpo de Ananías y lo llevaron a enterrar. Y todos los que estaban en ese lugar sintieron mucho miedo.
Tampoco voy a sentirme orgulloso del trabajo que otros hicieron. Al contrario, espero que conforme vayan aumentando su confianza en Dios, pueda yo trabajar más entre ustedes. Esa es la meta de mi trabajo.