Hermanos míos, les voy a dar un ejemplo que cualquiera puede entender. Cuando una persona hace un pacto con otra y lo firma, nadie puede anularlo ni agregarle nada.
Hermanos en Cristo, quiero que sepan que muchas veces he tratado de ir a Roma para verlos, pero nunca ha faltado algo que me lo impida. Me gustaría ir allá para anunciar esta buena noticia, como ya lo he hecho en otros lugares, para que muchos crean en Jesús.
Como a ustedes todavía les cuesta entender esto, se lo explico con palabras sencillas y bien conocidas. Antes ustedes eran esclavos del mal, y cometían pecados sexuales y toda clase de maldades. Pero ahora tienen que dedicarse completamente al servicio de Dios.
En Éfeso luché con hombres que parecían fieras salvajes. Pero si es verdad que los muertos no vuelven a vivir, entonces ¿qué gané con eso? Mejor hagamos lo que algunos dicen: 'Comamos y bebamos, pues mañana moriremos'.
Dios le hizo a Abraham esta promesa: 'Yo te bendeciré mucho y haré que tengas muchos descendientes'. Cuando Dios le juró a Abraham que cumpliría esta promesa, tuvo que jurar por sí mismo porque no tenía a nadie más grande por quien jurar.