Saluden de mi parte a los miembros de la iglesia que se reúne en la casa de ellos.
Saluden a mi querido amigo Epéneto, que fue el primero en la provincia de Asia que aceptó a Cristo como su salvador.
Las iglesias de la provincia de Asia les mandan saludos. También Áquila y Prisca, y la iglesia que se reúne en su casa, les mandan cariñosos saludos en el nombre del Señor.
Hace algún tiempo, ustedes enviaron al hermano Epafrodito para que me ayudara en lo que me hiciera falta. Él ha trabajado y luchado conmigo para defender el mensaje de la buena noticia. Ahora me parece conveniente que él vuelva a ustedes,