Pero Dios los eligió porque él es bueno, y no porque ellos hayan hecho algo para merecerlo. Esto sólo puede suceder así porque Dios es bueno de verdad.
Si Dios lo hubiera aceptado por todo lo que hizo, entonces podría sentirse orgulloso ante nosotros. Pero ante Dios no podía sentirse orgulloso de nada.
Dios nos salvó y nos eligió para que seamos parte de su pueblo santo. No hicimos nada para merecerlo, sino que Dios, por su gran amor, así lo planeó. Dios ya nos amaba desde antes de crear el mundo, pues desde entonces ya pertenecíamos a Cristo Jesús.