Entonces ellos fueron a la tumba y ataron la piedra que tapaba la entrada para que no se moviera. También dejaron allí a los soldados para que vigilaran.
Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí que decía el tercero de los seres vivientes: '¡Acércate!'
Luego vi un caballo negro. El que lo montaba llevaba una balanza en la mano.