Y todos los que por seguirme hayan dejado a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos o a sus hermanas, al padre o la madre, su casa o un terreno, recibirán cien veces más de lo que dejaron, y tendrán además vida eterna.
Las semillas que cayeron en el camino representan a los que escuchan las buenas noticias; pero cuando viene fSatanás, hace que olviden todo lo que oyeron.
Jesús ordenó al espíritu malo:
--¡Espíritu malo, sal de este hombre!
Entonces el espíritu malo le contestó a gritos:
--¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? ¡No me hagas sufrir! ¡Por Dios, te pido que no me hagas sufrir!
Nosotros somos seres de carne y hueso. Por eso Jesús se hizo igual a nosotros. Sólo así podía morir para vencer al diablo, que tenía poder para matar a hombres y mujeres.
Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los mandó al infierno. Allí están, encadenados en la oscuridad, hasta que llegue el día en que Dios juzgue a todos.
Así pasó también con los ángeles que rechazaron y dejaron el lugar de honor que Dios les había dado. Dios los tiene atados para siempre con cadenas, y están encerrados en lugares oscuros hasta que llegue el gran día del juicio final.
Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús.
De pronto se vio en el cielo algo también grande y misterioso: apareció un gran dragón rojo, que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza.
Con la cola arrastró a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las tiró a la tierra. El dragón se detuvo frente a la mujer, para comerse al niño tan pronto como naciera.
Arrojaron del cielo al gran dragón, que es la serpiente antigua: el diablo, llamado Satanás. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra, y se dedican a engañar a todo el mundo.
Todos adoraron al dragón, porque le había dado su autoridad al monstruo, y también adoraron al monstruo. Decían: 'No hay nadie tan fuerte como este monstruo. Nadie puede luchar contra él'.
Y el diablo, que los había engañado, será arrojado al lago donde el azufre arde en llamas, donde también fueron arrojados el monstruo y el falso profeta. Allí serán atormentados todos ellos para siempre, de día y de noche. El juicio final
El ángel del Abismo es el jefe de los saltamontes. En hebreo se llama Abadón, y en griego se llama Apolión; en ambos idiomas, su nombre quiere decir 'Destructor'.