Poco antes de que Jesús naciera, Augusto, emperador de Roma, mandó hacer un censo, es decir, una lista de toda la gente que vivía en el Imperio Romano.
Sus cuerpos quedarán tirados en la calle principal de la gran ciudad donde mataron al Señor clavándolo en una cruz. La gente le ha dado a esa ciudad el nombre simbólico de Sodoma, y también la llaman Egipto.
Con la cola arrastró a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las tiró a la tierra. El dragón se detuvo frente a la mujer, para comerse al niño tan pronto como naciera.
El terremoto partió en tres a la gran ciudad de Babilonia, y las ciudades de todo el mundo se derrumbaron. Dios no se olvidó de Babilonia, sino que la castigó terriblemente, con todo su enojo.
Gritaba con fuerte voz:
'¡Por fin cayó
la gran Babilonia!
Ahora es casa de demonios,
escondite de malos espíritus,
nido de todas las aves
y cueva de todas las fieras
que odiamos y no debemos comer.