Diles que no pierdan el tiempo estudiando historias falsas y las interminables listas de sus antepasados. Los que se interesan en esas cosas discuten por nada, y eso no los ayuda a conocer los planes de Dios. Esos planes sólo podemos conocerlos si confiamos en él.
También sabemos que las leyes no se dan para los que hacen lo bueno, sino para los que hacen lo malo. Son para los rebeldes, los desobedientes, los pecadores y los que no respetan a Dios ni a la religión. También son para los que matan a sus semejantes, y hasta a sus propios padres.
No hay duda de que es muy profunda la verdad de la religión cristiana:
Cristo vino al mundo como hombre.
El Espíritu lo declaró inocente.
Los ángeles lo vieron.
Su mensaje se anunció
entre las naciones,
y el mundo creyó en él.
Fue llevado al cielo
y Dios lo colmó de honores.
Es verdad que el ejercicio físico ayuda a que todo el cuerpo esté sano. Pero esforzarse en confiar cada vez más en Dios es mucho mejor, porque nos hace bien aquí en la tierra y también cuando vivamos en el cielo. Esto es una verdad que podemos y debemos creer.
Pero tú, Timoteo, estás al servicio de Dios. Por eso, aléjate de todo lo malo. Trata siempre de obedecer a Dios y de ser un buen discípulo de Jesucristo. No dejes de confiar en él, y ama a todos los hermanos de la iglesia. Cuando enfrentes dificultades, ten paciencia y sé amable con los demás.
Timoteo, ¡trata de hacer bien tu trabajo! No prestes atención a lo que dicen los que no creen en Cristo, ni pongas atención a los que discuten criticando nuestras enseñanzas. Esa gente dice saber cuál es la verdad,
y peleas en todo momento. Y los que hacen eso son gente incapaz de pensar bien, que no conoce la verdad; son gente que piensa que por medio de la religión puede ganar mucho dinero.
pues les ha ofrecido la posibilidad de salvarse del castigo que merecen. Ese amor de Dios nos enseña que debemos dejar de hacer el mal, y no desear lo malo de este mundo. También nos enseña que debemos vivir en este mundo siendo honestos y fieles a Dios, y pensando bien lo que hacemos.
Pero no te pongas a discutir acerca de tonterías, ni prestes atención a las leyendas que hablan de nuestros antepasados. No te enojes ni pelees con nadie sólo por hablar de la ley de Moisés. Esas discusiones son inútiles y no conducen a nada.
En cambio, los que sí saben distinguir lo que es bueno y malo, y están acostumbrados a hacerlo, son como la gente adulta que ya puede comer alimentos sólidos.