Mientras Jesús enseñaba, se le acercaron muchos de los que cobraban impuestos para el gobierno de Roma, y otras personas a quienes los fariseos consideraban gente de mala fama.
Allí visitaron a los que habían creído en Jesús, y les recomendaron que siguieran confiando en él. También les dijeron: 'Debemos sufrir mucho antes de entrar en el reino de Dios'.
El ángel me dijo: 'Pablo, no tengas miedo, porque tienes que presentarte delante del emperador de Roma. Gracias a ti, Dios no dejará que muera ninguno de los que están en el barco'.
También sabemos que las leyes no se dan para los que hacen lo bueno, sino para los que hacen lo malo. Son para los rebeldes, los desobedientes, los pecadores y los que no respetan a Dios ni a la religión. También son para los que matan a sus semejantes, y hasta a sus propios padres.
Por eso, mientras siga en pie la promesa de descansar con Dios, debemos tener cuidado. Sería una lástima que alguno de ustedes no pudiera recibir de Dios ese descanso.
Pero, con ese mismo poder, Dios ha dado la orden de que en el momento indicado, los cielos y la tierra que ahora existen sean destruidos con fuego. Serán quemados cuando llegue el día en que Dios juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal.