A cada semilla Dios le da el cuerpo que él quiere darle.
Lo que se siembra es una simple semilla de trigo o de alguna otra cosa, muy distinta de la planta que va a nacer.
No todos los cuerpos son iguales. Los seres humanos tenemos una clase de cuerpo, y los animales tienen otra clase. Lo mismo pasa con los pájaros y los peces.
Así que lo importante no es quién anuncia la noticia, ni quién la enseña. El único importante es Dios, pues él es quien nos hace crecer.