Sin embargo, cuando estoy en la iglesia, prefiero decir cinco palabras que se entiendan y que ayuden a otros, más que decir diez mil palabras en un idioma que nadie entiende.
Pero si alguno de los que están sentados recibe un mensaje de Dios, el que está hablando debe callarse y dejar que la otra persona diga lo que tenga que decir.
Y lucho para animarlos a todos, y para que se mantengan unidos en el amor de Cristo, y así lleguen a tener la plena seguridad de comprender todo el plan que Dios y Cristo tenían en secreto.
También les recomendamos, hermanos, que reprendan a los que no quieren hacer nada. Animen a los que son tímidos, apoyen a los que todavía dudan del Señor, y tengan paciencia con todos.