Jesús le respondió:
--Tú no sabes lo que Dios quiere darte, y tampoco sabes quién soy yo. Si lo supieras, tú me pedirías agua, y yo te daría el agua que da vida.
La ley de Moisés era sólo una muestra de lo bueno que Dios nos iba a dar, y no lo que en verdad nos daría. Por eso, la ley nunca puede hacer perfectos a los que cada año van al santuario a ofrecer a Dios los mismos sacrificios de siempre.
El Espíritu de Dios y la esposa del Cordero dicen: '¡Ven, Señor Jesús!'
Y todos los que estén escuchando digan: '¡Ven, Señor Jesús!'
Y el que tenga sed y quiera agua, que venga y tome gratis del agua que da vida eterna.