Y algunos de ellos querían prenderle; mas ninguno echó sobre él manos.
Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra él para destruirle.
Entonces procuraban prenderle; mas ninguno puso en él mano, porque aún no había venido su hora.
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las limosnas, enseñando en el Templo; y nadie le prendió; porque aún no había venido su hora.
porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.
Y la noche siguiente, presentándosele el Señor, le dijo: Confía, Pablo; que como has testificado de mí en Jerusalén, así te conviene testificar también en Roma.