Y fue que hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella.
Aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí en casa.
Y él no quiso, y dijo a la mujer de su señor: He aquí que mi señor no sabe conmigo lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.
No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer, ¿cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?
hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas;
Para librarte de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras;
Sima profunda es la boca de las extrañas; aquel contra el cual estuviere el SEÑOR airado, caerá en ella.
Porque sima profunda es la ramera, y pozo angosto la extraña.
También ella, como robador, acecha, y multiplica entre los hombres los prevaricadores.
Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite;
Aleja de ella tu camino, y no te acerques a la puerta de su casa;
Y traba de él, y lo besa; desvergonzó su rostro, y le dijo:
para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras.
se sienta en una silla a la puerta de su casa, en lo alto de la ciudad,
Cualquier simple, venga acá. A los faltos de entendimiento dijo:
No erréis; los malos compañeros corrompen el buen carácter.
Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre hiciere, fuera del cuerpo es; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
Apartaos de toda apariencia de mal.
Quiero pues, que las que son jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen la casa; que ninguna ocasión den al adversario para maldecir.
Huye también de los deseos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de limpio corazón.
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,