Y se levantó aquella noche el Faraón, él y todos sus siervos, y todos los egipcios; y había un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no hubiese muerto.
Dispuso el camino a su furor; no eximió el alma de ellos de la muerte, sino que entregó su vida a la mortandad.
Y él les dijo: Así sea el SEÑOR con vosotros, como yo os dejare ir a vosotros y a vuestros niños: mirad la malicia que está delante de vuestro rostro.
Y habrá gran clamor por toda la tierra de Egipto, cual nunca fue, ni jamás será.
El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído.
Y en todas las viñas habrá llanto; porque pasaré por medio de ti, dijo el SEÑOR.
Delante de su rostro iba mortandad, y de sus pies salían carbones encendidos.
Y a la medianoche fue hecho un clamor: He aquí, el esposo viene; salid a recibirle.
Porque juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia se gloría contra el juicio.
Y los que no morían, eran heridos de hemorroides; y el clamor de la ciudad subía al cielo.