Entonces estos tres valientes rompieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua de la cisterna de Belén, que estaba a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino la derramó al SEÑOR, diciendo:
Salmo de David, estando en el desierto de Judá. Dios, Dios mío eres tú; a ti madrugaré; mi alma tuvo sed de ti, mi carne te desea en tierra de sequedad y transida sin aguas.
Porque yo derramaré aguas sobre el sediento, y ríos sobre la tierra árida. Derramaré mi Espíritu sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos;
mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; sino que el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.