E Isbi-benob, el cual era de los hijos del gigante, y el peso de cuya lanza era de trescientos siclos de bronce, y tenía él ceñida una nueva espada , este había determinado de herir a David.
Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes la gracia; sino que tiempo y ocasión acontece a todos.
Dame, pues, ahora este monte, del cual habló el SEÑOR aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y grandes y fuertes ciudades. Por ventura el SEÑOR será conmigo, y los echaré como el SEÑOR ha dicho.