El marido pague a la mujer la debida benevolencia; y asimismo la mujer al marido.
Si le tomare otra, no disminuirá su alimento, ni su vestido, ni el deber conyugal.
Mas por evitar las fornicaciones, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido.
La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido; e igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer.
Vosotros maridos, igualmente, habitad con ellas sabiamente, dando honor a la mujer, como a vaso más frágil, y como a herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas.