Sin embargo, el sólido cimiento de Dios permanece firme y tiene sellada esta inscripción: El Se or conoce a los suyos; y esta otra: apártese de la maldad todo el que invoca el nombre del Se or.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil: también a ellas tengo que conducirlas; ellas oirán mi voz, y habrá un solo reba o, un solo pastor.
Guiaré a los ciegos por camino que ignoran, por senderos desconocidos los encaminaré. Cambiaré ante ellos la oscuridad en luz, y lo escabroso en llanura. Éstas son las cosas que haré y no las abandonaré.
Y a ti te ruego, mi sincero S zigo, que les ayudes, ya que ellas me asistieron en la lucha por el evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores m os, cuyos nombres están en el Libro de la Vida.
Y les fue revelado que, no a s mismos, sino a vosotros serv an con este mensaje que ahora os anuncian los que os evangelizan por medio del Esp ritu Santo enviado del cielo, mensaje que hasta los ángeles se asoman deseosos de verlo.
Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios, nos escucha. El que no es de Dios, no nos escucha. De este modo distinguimos al esp ritu de la verdad del esp ritu del error.