Jesús es nuestro sacrificio.
Jesús, al ser nuestro Cordero pascual, es el cumplimiento supremo de todo el sistema de sacrificios (Hebreos 7:26-29). Como Cordero de Dios, con su sacrificio Jesús pagó el precio de nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Cuando Jesús es llamado el Cordero de Dios en Juan 1:29 y Juan 1:36, es en referencia a que Él es el perfecto y último sacrificio por el pecado. Es a través de Su muerte en la cruz, como el perfecto sacrificio de Dios por el pecado y Su resurrección tres días después, que ahora podemos tener vida eterna si creemos en Él. El hecho de que Dios mismo hubiera provisto la ofrenda para la expiación o pago por nuestro pecado, es parte de las gloriosas buenas nuevas del Evangelio.
Juan 1:29,36; 1 Pedro 1:19; Apocalipsis 5:6-12; 7:17.
Ofrenda (Hebreos 10:10) Pascua (1 Corintios 5:7) Propiciación (1 Juan 2:2) Sacrificio (Efesios 5:2)