»Los habitantes de Samaria, la ciudad capital de Israel, se sienten orgullosos del toro que adoran en Bet-avén. Pero vendrá el ejército asirio y se llevará ese ídolo a su país como un regalo para su rey. »Por eso los israelitas lloran y tiemblan de miedo, junto con sus sacerdotes; ahora todos se avergüenzan de haber adorado a ese ídolo.
Porque llegará el momento en que la gente dirá: “¡Dichosas las mujeres que no pueden tener hijos! ¡Dichosas las que nunca fueron madres ni tuvieron niños que alimentar!”
El Dios de Israel ha dicho: «Ustedes, habitantes de Amón, han llegado al colmo de la maldad. Por eso, ¡no los perdonaré! Para agrandar su territorio, en Galaad partieron en dos a las mujeres embarazadas.
Podemos vivir cien años, y llegar a tener cien hijos, pero si no disfrutamos de las cosas buenas de la vida, ni tampoco nos entierran como se debe, yo digo que un niño que nace muerto ha tenido mejor suerte que nosotros.
Los ejércitos de tus hijos, Efraín y Manasés, son fuertes y poderosos como los toros y los búfalos. ¡Con sus lanzas destruirán aun a sus enemigos más lejanos!»
Todo el reino de Siria dejará de existir, al igual que la ciudad de Damasco; además, las ciudades del norte, que son el orgullo de Israel, se quedarán sin murallas. Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que así será».