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1 Juan 3 - Biblia Reina Valera 1862

1 MIRÁD cual amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a él.

2 Amados míos, ahora somos nosotros los hijos de Dios, y aun no es manifestado lo que hemos de ser: empero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él; porque le veremos como él es.

3 Y cualquiera que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

4 Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; porque el pecado es la transgresión de la ley.

5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.

6 Cualquiera que permanece en él, no peca: cualquiera que peca, no le ha visto, y no le ha conocido.

7 Hijitos, ninguno os engañe: el que hace justicia es justo, como él también es justo.

8 El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para que deshaga las obras del diablo.

9 Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado; porque su simiente mora en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

10 En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo: cualquiera que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

11 Porque éste es el mensaje que habéis oido desde el principio, que nos amemos unos a otros:

12 No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas.

13 Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece.

14 Nosotros sabemos que somos pasados de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, está en muerte.

15 Cualquiera que aborrece a su hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciente en sí.

16 En esto hemos conocido el amor de Dios, en que él puso su vida por nosotros, y nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

17 Mas el que tuviere bienes de este mundo, y viere a su hermano tener necesidad. y le cerrare sus entrañas, ¿cómo es posible que permanezca el amor de Dios en él?

18 Hijitos míos, no amemos de palabra, ni de lengua; sino con obra y de verdad.

19 Y en esto conocemos que nosotros somos de la verdad, y persuadiremos nuestros corazones delante de él.

20 Porque si nuestro corazón nos reprende, mayor es Dios que nuestro corazón, y sabe todas las cosas.

21 Carísimos, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;

22 Y cualquiera cosa que pidiéremos, la recibiremos de él; porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.

23 Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesu Cristo, y nos amemos unos a otros, como nos lo ha mandado.

24 Y el que guarda sus mandamientos, mora en él, y él en él. Y en esto sabemos que él mora en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

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Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Copyright © 1960 by American Bible Society

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