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Mateo 8 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)


Jesús sana a un leproso

1 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron muchísimas personas.

2 Un hombre que estaba enfermo de lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. ―Señor, si quieres, puedes sanarme —le dijo.

3 Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda sano! Y al instante quedó sano de la lepra.

4 ―Mira, no se lo digas a nadie —le dijo Jesús—. Solo ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.


La fe del capitán romano

5 Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un capitán del ejército romano pidiendo ayuda.

6 ―Señor, mi siervo está en la casa, tirado en cama, con parálisis, y sufre terriblemente.

7 ―Iré a sanarlo —respondió Jesús.

8 El capitán respondió: ―Señor, no merezco que entres en mi casa. Pero basta con que digas una sola palabra y mi siervo quedará sano.

9 Pues yo mismo soy un hombre que obedezco órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno “ve”, y va, y al otro “ven”, y viene. Le digo a mi siervo “haz esto”, y lo hace.

10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían: ―Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe.

11 Les digo que muchos vendrán del este y del oeste, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.

12 Pero a la gente del reino se le echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y mucho sufrimiento.

13 Luego Jesús le dijo al capitán romano: ―¡Ve! Todo se hará tal como creíste. Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.


Jesús sana a muchos enfermos

14 Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de este en cama, con fiebre.

15 Le tocó la mano y la fiebre se le quitó; luego ella se levantó y comenzó a servirle.

16 Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra echó fuera a los espíritus, y también sanó a todos los enfermos.

17 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores».


El compromiso del discípulo

18 Cuando Jesús vio a la gran cantidad de personas que lo rodeaba, dio orden de pasar al otro lado del lago.

19 Se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: ―Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.

20 ―Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—. Pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

21 Otro discípulo le pidió: ―Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

22 ―Sígueme —le respondió Jesús—, y deja que los muertos entierren a sus muertos.


Jesús calma una tormenta

23 Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.

24 De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido.

25 Los discípulos fueron a despertarlo. ―¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

26 ―Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y dio órdenes a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.

27 Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y las olas le obedecen?».


La liberación de dos endemoniados

28 Cuando Jesús llegó al otro lado, a la región de los gadarenos, dos endemoniados le salieron al encuentro de entre las tumbas. Eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino.

29 De pronto le gritaron: ―¿Por qué te metes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a castigarnos antes del tiempo señalado?

30 A cierta distancia de ellos estaba alimentándose una gran cantidad de cerdos.

31 Los demonios le rogaron a Jesús: ―Si nos echas fuera, mándanos a los cerdos.

32 ―Vayan —les dijo. Así que salieron de los hombres y entraron en los cerdos. Todos los cerdos huyeron y cayeron al lago por el precipicio, y murieron en el agua.

33 Los que cuidaban los cerdos corrieron al pueblo y dieron aviso de todo, incluso de lo que les había sucedido a los endemoniados.

34 Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y, cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región.

Nueva Versión Internacional Simplificada

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