Apocalipsis 9 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)1 El quinto ángel tocó su trompeta. Vi que una estrella había caído del cielo a la tierra. A esta estrella se le entregó la llave del pozo del abismo. 2 Lo abrió, y del pozo subió mucho humo, como el de un horno gigantesco; y el humo oscureció el sol y el aire. 3 Del humo descendieron saltamontes sobre la tierra. Y se les dio poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. 4 Se les ordenó que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna planta ni ningún árbol. Tan solo podían hacer daño a las personas que no llevaran en la frente el sello de Dios. 5 Pero no se les permitió matarlas, sino solo torturarlas durante cinco meses. El sufrimiento que causan es como el producido por la picadura de un escorpión. 6 En aquellos días la gente buscará la muerte, pero no la encontrará. Desearán morir, pero la muerte huirá de ellos. 7 El aspecto de los saltamontes era como de caballos equipados para la guerra. Llevaban en la cabeza algo que parecía una corona de oro. Su cara era como la de un ser humano. 8 Su cabello parecía cabello de mujer, y sus dientes eran como de león. 9 Llevaban una armadura como de hierro. Sus alas sonaban como el estruendo de muchos carros tirados por caballos que se lanzan a la batalla. 10 Tenían cola y aguijón como de escorpión; y en la cola tenían poder para torturar a la gente durante cinco meses. 11 El rey que los dirigía era el ángel del abismo. Su nombre en hebreo es Abadón y en griego, Apolión (que quiere decir: Destructor). 12 El primer ¡ay! ya pasó, pero vienen todavía otros dos. 13 El sexto ángel tocó su trompeta. Entonces oí una voz que salía de entre los cuernos del altar de oro que está delante de Dios. 14 A este ángel que tenía la trompeta, la voz le dijo: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados a la orilla del gran río Éufrates». 15 Esos cuatro ángeles habían sido preparados precisamente para esa hora, ese día, mes y año. Así que quedaron sueltos para matar a la tercera parte de la humanidad. 16 Dirigían tropas montadas a caballo, y oí que el número de las tropas era de doscientos millones. 17 Así vi en la visión a los caballos y a sus jinetes: Tenían una armadura de color rojo encendido, azul violeta y amarillo como azufre. La cabeza de los caballos era como de león. Por la boca echaban fuego, humo y azufre. 18 La tercera parte de la humanidad murió a causa de estos tres castigos: el fuego, el humo y el azufre que salían de la boca de los caballos. 19 Es que el poder de los caballos estaba en su boca y en su cola; pues sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas con las que hacían daño. 20 El resto de la humanidad no murió por estos castigos. Sin embargo, no se arrepintieron de sus malas acciones. Tampoco dejaron de adorar a los demonios y a los dioses falsos. Esos que son hechos de oro, plata, bronce, piedra y madera. Son dioses que no pueden ver ni oír ni caminar. 21 No se arrepintieron de sus asesinatos, de sus brujerías, de tener relaciones sexuales prohibidas ni de sus robos. |
Nueva Versión Internacional Simplificada
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