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Salmos 104 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

1 ¡Bendice, alma mía, al Señor! Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad.

2 Te cubres de luz como con un manto; extiendes los cielos como una cortina.

3 Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos y haces de las nubes tu carro de guerra. Tú cabalgas en las alas del viento.

4 Haces de los vientos tus mensajeros y de las llamas de fuego tus servidores.

5 Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos y de allí jamás caerá;

6 la revestiste con el mar y las aguas se detuvieron sobre los montes.

7 Pero a tu reprensión huyeron las aguas; ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.

8 Ascendieron a los montes, descendieron a los valles, al lugar que tú les asignaste.

9 Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar, para que no vuelvan a cubrir la tierra.

10 Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas y que fluyan entre las montañas.

11 De ellas beben todas las bestias del campo; allí los asnos salvajes calman su sed.

12 Las aves del cielo anidan junto a las aguas y cantan entre el follaje.

13 Desde tus altos aposentos riegas las montañas; la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo.

14 Haces que crezca la hierba para el ganado y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento:

15 el vino que alegra el corazón humano, el aceite que hace brillar el rostro y el pan que sustenta la vida.

16 Los árboles del Señor reciben su riego, los cedros del Líbano que él plantó.

17 Allí las aves hacen sus nidos; en los cipreses tiene su hogar la cigüeña.

18 En las altas montañas están las cabras monteses y en los escarpados peñascos tienen su madriguera los tejones.

19 Él hizo la luna, que marca las estaciones, y el sol, que sabe cuándo ocultarse.

20 Tú traes la oscuridad, cae la noche y en sus sombras se arrastran los animales del bosque.

21 Los leones rugen, reclamando su presa, pidiendo a Dios que les dé su alimento.

22 Pero al salir el sol se retiran y vuelven a echarse en sus guaridas.

23 Sale entonces la gente a cumplir sus tareas, a hacer su trabajo hasta la tarde.

24 ¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! Todas ellas las hiciste con sabiduría. Rebosa la tierra con todas tus criaturas.

25 Allí está el mar, ancho y vasto, que abunda en animales, grandes y pequeños, cuyo número es imposible conocer.

26 Allí navegan los barcos, y ese Leviatán que tú creaste para jugar con él.

27 Todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento.

28 Tú les das y ellos recogen; abres tu mano y se colman de bienes.

29 Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo.

30 Pero si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la faz de la tierra.

31 Que la gloria del Señor perdure eternamente; que el Señor se regocije en sus obras.

32 Él mira la tierra y la hace temblar; toca los montes y los hace echar humo.

33 ¡Cantaré al Señor toda mi vida! ¡Cantaré salmos a mi Dios mientras exista!

34 Quiera él agradarse de mi meditación; yo, por mi parte, me regocijo en el Señor.

35 Que desaparezcan de la tierra los pecadores y que los malvados dejen de existir. ¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Aleluya!

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