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Isaías 49 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022


El siervo del

1 Escúchenme, costas lejanas, oigan esto, naciones distantes: El Señor me llamó antes de que yo naciera, en el vientre de mi madre pronunció mi nombre.

2 Hizo de mi boca una espada afilada y me escondió en la sombra de su mano; me convirtió en una flecha pulida y me escondió en su aljaba.

3 Me dijo: «Israel, tú eres mi siervo; en ti seré glorificado».

4 Y respondí: «En vano he trabajado; he gastado mis fuerzas sin provecho alguno. Pero mi justicia está en manos del Señor; mi recompensa está con mi Dios».

5 Y ahora dice el Señor, que desde el seno materno me formó para que fuera yo su siervo, para hacer que Jacob se vuelva a él, que Israel se reúna a su alrededor; porque a los ojos del Señor soy digno de honra y mi Dios ha sido mi fortaleza:

6 «No es gran cosa que seas mi siervo, ni que restaures a las tribus de Jacob, ni que hagas volver a los de Israel, a quienes he preservado. Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra».


Restauración de Israel

7 Así dice el Señor, el Redentor y Santo de Israel, al despreciado y aborrecido por las naciones, al siervo de los gobernantes: «Los reyes te verán y se pondrán de pie, los príncipes te verán y se postrarán, por causa del Señor, el Santo de Israel, que es fiel y te ha escogido».

8 Así dice el Señor: «En el momento propicio te responderé y en el día de salvación te ayudaré. Ahora te guardaré y haré de ti un pacto para el pueblo, para que restaures el país y repartas las propiedades asoladas;

9 para que digas a los cautivos: “¡Salgan!”, y a los que viven en tinieblas: “¡Están en libertad!”. »Junto a los caminos pastarán y en todas las cumbres áridas hallarán pastos.

10 No tendrán hambre ni sed, no los abatirá el sol ni el calor, porque los guiará quien les tiene compasión y los conducirá junto a manantiales.

11 Convertiré en caminos todas mis montañas y construiré mis calzadas.

12 ¡Miren! Ellos vendrán de muy lejos: unos desde el norte, otros desde el oeste y aun otros desde la región de Asuán».

13 Ustedes, los cielos, ¡griten de alegría! Tierra, ¡regocíjate! Montañas, ¡prorrumpan en canciones! Porque el Señor consuela a su pueblo y tiene compasión de sus pobres.

14 Pero Sión dijo: «El Señor me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí».

15 «¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!

16 Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes.

17 Tus hijos se apresuran; de ti se apartan tus destructores y los que te asolaron.

18 Alza tus ojos y mira a tu alrededor; todos se reúnen y vienen hacia ti. Tan cierto como que yo vivo, a todos ellos los usarás como adorno, los lucirás en tu vestido de novia», afirma el Señor.

19 «Aunque te arrasaron y te dejaron en ruinas y tu tierra quedó asolada, ahora serás demasiado pequeña para tus habitantes y lejos quedarán los que te devoraban.

20 Los hijos que dabas por perdidos todavía te dirán al oído: “Este lugar es demasiado pequeño para mí; hazme lugar para poder vivir”.

21 Y te pondrás a pensar: “¿Quién me engendró estos hijos? Yo no tenía hijos, era estéril, desterrada y rechazada; pero a estos, ¿quién los ha criado? Me había quedado sola, pero estos, ¿de dónde han salido?”».

22 Así dice el Señor y Dios: «Hacia las naciones alzaré mi mano, hacia los pueblos levantaré mi estandarte. Ellos traerán a tus hijos en sus brazos y cargarán a tus hijas en sus hombros.

23 Los reyes te adoptarán como hijo y sus reinas serán tus nodrizas. Se postrarán ante ti rostro en tierra y lamerán el polvo que tú pises. Sabrás entonces que yo soy el Señor y que no quedarán avergonzados los que en mí confían».

24 ¿Se puede quitar el botín a los guerreros? ¿Puede el cautivo ser rescatado del tirano?

25 Pero así dice el Señor: «Sí, al guerrero se le arrebatará el cautivo y del tirano se rescatará el botín; contenderé con los que contiendan contigo y yo mismo salvaré a tus hijos.

26 Haré que tus opresores se coman su propia carne y se embriaguen con su propia sangre, como si fuera vino. Toda la humanidad sabrá entonces que yo, el Señor, soy tu Salvador; que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu Redentor».

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