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Marcos 1 - Biblia Reina Valera 2004

1 PRINCIPIO del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.

2 Como está escrito en los profetas: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz. El cual aparejará tu camino delante de ti.

3 Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor: Enderezad sus sendas.

4 Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.

5 Y salía a él toda la provincia de Judea, y los de Jerusalem, y eran todos bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

6 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y portaba un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.

7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, al cual no soy digno de desatar encorvado, la correa de su calzado.

8 Yo a la verdad os he bautizado en agua; mas él os bautizará en el Espíritu Santo.

9 Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 Y luego, subiendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.

11 Y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo contentamiento.

12 Y luego el Espíritu le llevó al desierto.

13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, siendo tentado de Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.

14 Mas después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,

15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado: Arrepentíos, y creed en el evangelio.

16 Y caminando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.

17 Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.

18 Y dejando luego sus redes, le siguieron.

19 Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, que estaban también en la barca remendando sus redes.

20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron en pos de él.

21 Y entraron en Capernaum; y luego en el día sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.

22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual dio voces,

24 diciendo: ¡Déjanos! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.

25 Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él.

26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, clamando a gran voz, salió de él.

27 Y todos estaban maravillados, de tal manera que se preguntaban entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?

28 Y pronto corrió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.

29 Y enseguida, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.

30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y le dijeron luego de ella.

31 Entonces vino él, y tomándola de la mano la levantó; y al instante le dejó la fiebre, y ella les servía.

32 Y al atardecer, cuando el sol se puso, le trajeron a todos los enfermos, y a los endemoniados;

33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta;

34 y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.

35 Y levantándose muy de mañana, mucho antes del amanecer, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.

36 Y le siguió Simón, y los que con él estaban;

37 y hallándole le dijeron: Todos te buscan.

38 Y les dijo: Vamos a las ciudades vecinas, para que predique también allí, porque para esto he venido.

39 Y predicaba en las sinagogas de ellos por toda Galilea, y echaba fuera los demonios.

40 Y vino a él un leproso, rogándole; y arrodillándose ante él, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.

41 Y Jesús, teniendo compasión de él, extendió su mano y le tocó, y le dijo: Quiero, se limpio.

42 Y así que hubo él hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó limpio.

43 Entonces le apercibió rigurosamente, despidiéndole luego,

44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.

45 Pero salido él, comenzó a publicarlo mucho, y a divulgar el hecho, de manera que Jesús ya no podía entrar abiertamente a la ciudad, sino que se estaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.

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