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Hebreos 10 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017


El sacrificio de Cristo, ofrecido una vez y para siempre

1 La ley es solo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades. Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que adoran.

2 De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido culpables de pecado.

3 Pero esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados,

4 ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.

5 Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: «A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo;

6 no te agradaron ni holocaustos ni sacrificios por el pecado.

7 Por eso dije: “Aquí me tienes —como el libro dice de mí—. He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad”».

8 Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado» (a pesar de que la ley exigía que se ofrecieran).

9 Luego añadió: «Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad». Así quitó lo primero para establecer lo segundo.

10 Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre.

11 Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.

12 Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios,

13 en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.

14 Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.

15 También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Primero dice:

16 «Este es el pacto que haré con ellos después de aquel tiempo —dice el Señor—: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente».

17 Después añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades».


Llamada a la perseverancia

18 Y, cuando estos han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.

19 Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo,

20 por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo;

21 y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.

22 Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.

23 Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.

24 Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.

25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.

26 Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados.

27 Solo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios.

28 Cualquiera que rechazaba la ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos.

29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merece el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado y que ha insultado al Espíritu de la gracia?

30 Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré»; y también: «El Señor juzgará a su pueblo».

31 ¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!

32 Recordad aquellos días pasados cuando vosotros, después de haber sido iluminados, sostuvisteis una dura lucha y soportasteis mucho sufrimiento.

33 Unas veces os visteis expuestos públicamente al insulto y a la persecución; otras veces os solidarizasteis con los que eran tratados de igual manera.

34 También os compadecisteis de los encarcelados y, cuando a vosotros os confiscaron vuestros bienes, lo aceptasteis con alegría, conscientes de que teníais un patrimonio mejor y más permanente.

35 Así que no perdáis la confianza, porque esta será grandemente recompensada.

36 Necesitáis perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, recibáis lo que él ha prometido.

37 Pues dentro de muy poco tiempo, «el que ha de venir vendrá, y no tardará.

38 Pero mi justo vivirá por la fe. Y, si se vuelve atrás, no será de mi agrado».

39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida.

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