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1 Reyes 3 - Biblia Dios habla hoy

II. REINADO DE SALOMÓN
(3—11)


Salomón se casa con la hija del faraón

1 Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto, pues se casó con su hija y la llevó a la Ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio y el templo del Señor y la muralla alrededor de Jerusalén.


(2~Cr 1.1-13)

Salomón pide a Dios sabiduría

2 La gente, sin embargo, ofrecía sus sacrificios en los lugares altos de culto pagano, porque hasta entonces no se había construido un templo para el Señor.

3 Salomón amaba al Señor y cumplía las leyes establecidas por David, su padre, aun cuando él mismo ofrecía sacrificios e incienso en los lugares altos,

4 e incluso iba a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, porque aquel era el lugar alto más importante; y ofrecía en aquel lugar mil holocaustos.

5 Una noche, en Gabaón, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.»

6 Salomón respondió: «Tú trataste con gran bondad a mi padre, tu siervo David, pues él se condujo delante de ti con lealtad, justicia y rectitud de corazón para contigo. Por eso lo trataste con tanta bondad y le concediste que un hijo suyo se sentara en su trono, como ahora ha sucedido.

7 Tú, Señor y Dios mío, me has puesto para que reine en lugar de David, mi padre, aunque yo soy un muchacho joven y sin experiencia.

8 Pero estoy al frente del pueblo que tú escogiste: un pueblo tan grande que, por su multitud, no puede contarse ni calcularse.

9 Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo, y para distinguir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién hay capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?»

10 Al Señor le agradó que Salomón le hiciera tal petición,

11 y le dijo: «Porque me has pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para saber oír y gobernar,

12 voy a hacer lo que me has pedido: yo te concedo sabiduría e inteligencia como nadie las ha tenido antes que tú ni las tendrá después de ti.

13 Además, te doy riquezas y esplendor, cosas que tú no pediste, de modo que en toda tu vida no haya otro rey como tú.

14 Y si haces mi voluntad, y cumples mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, tu padre, te concederé una larga vida.»


Salomón, el juez sabio

15 Al despertar, Salomón se dio cuenta de que había sido un sueño. Y cuando llegó a Jerusalén, se presentó ante el arca de la alianza del Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de reconciliación. Después dio un banquete a todos sus funcionarios.

16 Por aquel tiempo fueron a ver al rey dos prostitutas. Cuando estuvieron en su presencia,

17 una de ellas dijo: —¡Ay, Majestad! Esta mujer y yo vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando ella conmigo en casa.

18 A los tres días de que yo di a luz, también dio a luz esta mujer. Estábamos las dos solas. No había ninguna persona extraña en casa con nosotras; solo estábamos nosotras dos.

19 Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se acostó encima de él.

20 Entonces se levantó a medianoche, mientras yo estaba dormida, y quitó de mi lado a mi hijo y lo acostó con ella, poniendo junto a mí a su hijo muerto.

21 Por la mañana, cuando me levanté para dar el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero a la luz del día lo miré, y me di cuenta de que aquel no era el hijo que yo había dado a luz.

22 La otra mujer dijo: —No, mi hijo es el que está vivo, y el tuyo es el muerto. Pero la primera respondió: —No, tu hijo es el muerto, y mi hijo el que está vivo. Así estuvieron discutiendo delante del rey.

23 Entonces el rey se puso a pensar: «Esta dice que su hijo es el que está vivo, y que el muerto es el de la otra; ¡pero la otra dice exactamente lo contrario!»

24 Luego ordenó: —¡Tráiganme una espada! Cuando le llevaron la espada al rey,

25 ordenó: —Corten en dos al niño vivo, y denle una mitad a cada una.

26 Pero la madre del niño vivo se angustió profundamente por su hijo, y suplicó al rey: —¡Por favor! ¡No mate Su Majestad al niño vivo! ¡Mejor déselo a esta mujer! Pero la otra dijo: —Ni para mí ni para ti. ¡Que lo partan!

27 Entonces intervino el rey y ordenó: —Entreguen a aquella mujer el niño vivo. No lo maten, porque ella es su verdadera madre.

28 Todo Israel se enteró de la sentencia con que el rey había resuelto el pleito, y sintieron respeto por él, porque vieron que Dios le había dado sabiduría para administrar justicia.

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Dios Habla Hoy (DHH)

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