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Números 11 - Biblia de las Americas 1997

El pueblo se queja contra el S
eñor

1 Y el pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del Señor; y cuando el Señor lo oyó, se encendió su ira, y el fuego del Señor ardió entre ellos y consumió un extremo del campamento.

2 Entonces clamó el pueblo a Moisés, y Moisés oró al Señor y el fuego se apagó.

3 Y se le dio a aquel lugar el nombre de Tabera, porque el fuego del Señor había ardido entre ellos.

4 Y el populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable; y también los hijos de Israel volvieron a llorar, y dijeron: ¿Quién nos dará carne para comer?

5 Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;

6 pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná.

7 Y el maná era como una semilla de cilantro, y su aspecto como el del bedelio.

8 El pueblo iba, lo recogía y lo molía entre dos piedras de molino, o lo machacaba en el mortero, y lo hervía en el caldero y hacía tortas con él; y tenía el sabor de tortas cocidas con aceite.

9 Cuando el rocío caía en el campamento por la noche, con él caía el maná.

10 Y Moisés oyó llorar al pueblo, por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira del Señor se encendió en gran manera, y a Moisés no le agradó.

11 Entonces Moisés dijo al Señor: ¿Por qué has tratado tan mal a tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia ante tus ojos para que hayas puesto la carga de todo este pueblo sobre mí?

12 ¿Acaso concebí yo a todo este pueblo? ¿Fui yo quien lo dio a luz para que me dijeras: «Llévalo en tu seno, como la nodriza lleva al niño de pecho, a la tierra que yo juré a sus padres»?

13 ¿De dónde he de conseguir carne para dar a todo este pueblo? Porque claman a mí, diciendo: «Danos carne para que comamos».

14 Yo solo no puedo llevar a todo este pueblo, porque es mucha carga para mí.

15 Y si así me vas a tratar, te ruego que me mates si he hallado gracia ante tus ojos, y no me permitas ver mi desventura.

16 Entonces el Señor dijo a Moisés: Reúneme a setenta hombres de los ancianos de Israel, a quienes tú conozcas como los ancianos del pueblo y a sus oficiales, y tráelos a la tienda de reunión y que permanezcan allí contigo.

17 Entonces descenderé y hablaré contigo allí, y tomaré del Espíritu que está sobre ti y lo pondré sobre ellos, y llevarán contigo la carga del pueblo para que no la lleves tú solo.

18 Y di al pueblo: «Consagraos para mañana, y comeréis carne, pues habéis llorado a oídos del Señor, diciendo: “¡Quién nos diera a comer carne! Porque nos iba mejor en Egipto”. El Señor, pues, os dará carne y comeréis.

19 No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días,

20 sino todo un mes, hasta que os salga por las narices y os sea aborrecible, porque habéis rechazado al Señor, que está entre vosotros, y habéis llorado delante de Él, diciendo: “¿Por qué salimos de Egipto?” ».

21 Pero Moisés dijo: El pueblo, en medio del cual estoy, llega a seiscientos mil de a pie; y tú has dicho: «Les daré carne a fin de que coman, por todo un mes».

22 ¿Sería suficiente degollar para ellos las ovejas y los bueyes? ¿O sería suficiente juntar para ellos todos los peces del mar?

23 Y el Señor dijo a Moisés: ¿Está limitado el poder del Señor? Ahora verás si mi palabra se te cumple o no.

24 Salió Moisés y dijo al pueblo las palabras del Señor. Reunió después a setenta hombres de los ancianos del pueblo y los colocó alrededor de la tienda.

25 Entonces el Señor descendió en la nube y le habló; y tomó del Espíritu que estaba sobre él y lo colocó sobre los setenta ancianos. Y sucedió que cuando el Espíritu reposó sobre ellos, profetizaron; pero no volvieron a hacerlo más.

26 Pero dos hombres habían quedado en el campamento; uno se llamaba Eldad, y el otro se llamaba Medad. Y el Espíritu reposó sobre ellos (ellos estaban entre los que se habían inscrito, pero no habían salido a la tienda), y profetizaron en el campamento.

27 Y un joven corrió y avisó a Moisés, diciendo: Eldad y Medad están profetizando en el campamento.

28 Entonces respondió Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde su juventud, y dijo: Moisés, señor mío, detenlos.

29 Pero Moisés le dijo: ¿Tienes celos por causa mía? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera su Espíritu sobre ellos!

30 Después Moisés volvió al campamento, y con él los ancianos de Israel.

31 Y salió de parte del Señor un viento que trajo codornices desde el mar y las dejó caer junto al campamento, como un día de camino de este lado, y un día de camino del otro lado, por todo alrededor del campamento, y como dos codos de espesor sobre la superficie de la tierra.

32 Y el pueblo estuvo levantado todo el día, toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron las codornices (el que recogió menos, recogió diez homeres), y las tendieron para sí por todos los alrededores del campamento.

33 Pero mientras la carne estaba aún entre sus dientes, antes que la masticaran, la ira del Señor se encendió contra el pueblo, y el Señor hirió al pueblo con una plaga muy mala.

34 Por eso llamaron a aquel lugar Kibrot-hataava, porque allí sepultaron a los que habían sido codiciosos.

35 Y de Kibrot-hataava el pueblo partió para Hazerot, y permaneció en Hazerot.

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