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Marcos 10 - Biblia de las Americas 1997

Jesús en Judea Enseñanza de Jesús sobre el divorcio

1 Levantándose de allí, Jesús se fue* a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y se reunieron* de nuevo las multitudes junto a Él, y una vez más, como acostumbraba, les enseñaba.

2 Y se le acercaron algunos fariseos, y para ponerle a prueba, le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer.

3 Y respondiendo Él, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?

4 Y ellos dijeron: Moisés permitió al hombre escribir carta de divorcio y repudiarla.

5 Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento.

6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra.

7 Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre,

8 y los dos serán una sola carne; por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne.

9 Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe.

10 Y ya en la casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre esto.

11 Y Él les dijo*: Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella;

Jesús bendice a los niños

12 y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.

13 Y le traían niños para que los tocara; y los discípulos los reprendieron.

14 Pero cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como estos es el reino de Dios.

15 En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

El joven rico

16 Y tomándolos en sus brazos, los bendecía, poniendo las manos sobre ellos.

17 Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios.

19 Tú sabes los mandamientos: «No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre».

20 Y él le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.

21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

Peligro de las riquezas

22 Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.

23 Jesús, mirando en derredor, dijo* a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios!

24 Y los discípulos se asombraron de sus palabras. Pero Jesús respondiendo de nuevo, les dijo*: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!

25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.

26 Ellos se asombraron aún más, diciendo entre sí: ¿Y quién podrá salvarse?

27 Mirándolos Jesús, dijo*: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.

28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

29 Jesús dijo: En verdad os digo: No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de mí y por causa del evangelio,

30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna.

Jesús anuncia su muerte por tercera vez

31 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.

32 E iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; y estaban perplejos, y los que le seguían tenían miedo. Y tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder:

33 He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles.

Petición de Jacobo y Juan

34 Y se burlarán de Él y le escupirán, le azotarán y le matarán, y tres días después resucitará.

35 Y se le acercaron* Jacobo y Juan, los dos hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos.

36 Y Él les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?

37 Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

38 Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que soy bautizado?

39 Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: La copa que yo bebo, beberéis; y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado,

40 pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda, no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado.

41 Al oír esto, los diez comenzaron a indignarse contra Jacobo y Juan.

42 Y llamándolos junto a sí, Jesús les dijo*: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos.

43 Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor,

44 y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos.

El ciego Bartimeo es sanado

45 Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

46 Entonces llegaron* a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un mendigo ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino.

47 Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

48 Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

49 Y Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Y llamaron* al ciego, diciéndole: ¡Anímate! Levántate, que te llama.

50 Y arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús.

51 Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní, que recobre la vista.

52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.

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