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Jueces 5 - Biblia de las Americas 1997

Cántico de Débora y Barac

1 Entonces Débora y Barac, hijo de Abinoam, cantaron en aquel día, diciendo:

2 ¡Por haberse puesto al frente los jefes en Israel, por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, bendecid al Señor!

3 ¡Oíd, reyes; prestad oído, príncipes! Yo al Señor, yo cantaré, cantaré alabanzas al Señor, Dios de Israel.

4 Señor, cuando saliste de Seir, cuando marchaste del campo de Edom, la tierra tembló, también cayeron gotas del cielo, y las nubes destilaron agua.

5 Los montes se estremecieron ante la presencia del Señor, aquel Sinaí, ante la presencia del Señor, Dios de Israel.

6 En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Jael, quedaron desiertos los caminos, y los viajeros andaban por sendas tortuosas.

7 Cesaron los campesinos, cesaron en Israel, hasta que yo, Débora, me levanté, hasta que me levanté, como madre en Israel.

8 Escogieron nuevos dioses; entonces la guerra estaba a las puertas. No se veía escudo ni lanza entre cuarenta mil en Israel.

9 Mi corazón está con los jefes de Israel, los voluntarios entre el pueblo. ¡Bendecid al Señor!

10 Los que cabalgáis en asnas blancas, los que os sentáis en ricos tapices, los que viajáis por el camino, cantad.

11 Al sonido de los que dividen las manadas entre los abrevaderos, allí repetirán los actos de justicia del Señor, los actos de justicia para con sus campesinos en Israel. Entonces el pueblo del Señor descendió a las puertas.

12 Despierta, despierta, Débora; despierta, despierta, entona un cántico. Levántate, Barac, y lleva a tus cautivos, hijo de Abinoam.

13 Entonces los sobrevivientes descendieron sobre los nobles; el pueblo del Señor vino a mí como guerreros.

14 De Efraín descendieron los radicados en Amalec, en pos de ti, Benjamín, con tus pueblos; de Maquir descendieron jefes, y de Zabulón los que manejan vara de mando.

15 Los príncipes de Isacar estaban con Débora; como Isacar, así también Barac; al valle se apresuraron pisándole los talones; entre las divisiones de Rubén había grandes resoluciones de corazón.

16 ¿Por qué te sentaste entre los rediles, escuchando los toques de flauta para los rebaños? Entre las divisiones de Rubén había gran escudriñamiento de corazón.

17 Galaad se quedó al otro lado del Jordán. ¿Y por qué se quedó Dan en las naves? Aser se sentó a la orilla del mar, y se quedó junto a sus puertos.

18 Zabulón era pueblo que despreció su vida hasta la muerte. Y también Neftalí, en las alturas del campo.

19 Vinieron los reyes y pelearon; pelearon entonces los reyes de Canaán en Taanac, cerca de las aguas de Meguido; no tomaron despojos de plata.

20 Desde los cielos las estrellas pelearon, desde sus órbitas pelearon contra Sísara.

21 El torrente Cisón los barrió, el antiguo torrente, el torrente Cisón. Marcha, alma mía con poder.

22 Entonces resonaron los cascos de los caballos por el galopar, el galopar de sus valientes corceles.

23 «Maldecid a Meroz», dijo el ángel del Señor, «maldecid, maldecid a sus moradores; porque no vinieron en ayuda del Señor, en ayuda del Señor contra los guerreros».

24 Bendita entre las mujeres es Jael, mujer de Heber ceneo; bendita sea entre las mujeres de la tienda.

25 El pidió agua, y ella le dio leche; en taza de nobles le trajo cuajada.

26 Extendió ella la mano hacia la estaca de la tienda, y su diestra hacia el martillo de trabajadores. Entonces golpeó a Sísara, desbarató su cabeza; destruyó y perforó sus sienes.

27 A sus pies él se encorvó, cayó, quedó tendido; a sus pies se encorvó y cayó; donde se encorvó, allí quedó muerto.

28 Miraba por la ventana y se lamentaba la madre de Sísara, por las celosías: «¿Por qué se tarda en venir su carro? ¿Por qué se retrasa el trotar de sus carros?».

29 Sus sabias princesas le respondían, aun a sí misma ella repite sus palabras:

30 «¿Acaso no han hallado el botín y se lo están repartiendo? ¿Una doncella, dos doncellas para cada guerrero; para Sísara un botín de tela de colores, un botín de tela de colores bordada, tela de colores de doble bordadura en el cuello del victorioso?».

31 Así perezcan todos tus enemigos, oh Señor; mas sean los que te aman como la salida del sol en su fuerza. Y el país tuvo descanso por cuarenta años.

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