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Jeremías 44 - Biblia de las Americas 1997

Profecía de Jeremías a los judíos en Egipto

1 Palabra que vino a Jeremías para todos los judíos que moraban en la tierra de Egipto, los que moraban en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en la tierra de Patros, diciendo:

2 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «Vosotros habéis visto toda la calamidad que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, y que he aquí, hoy están en ruinas y no hay en ellas morador,

3 a causa de la maldad que ellos cometieron para provocarme a ira, quemando constantemente sacrificios y sirviendo a otros dioses que no habían conocido, ni ellos, ni vosotros, ni vuestros padres.

4 Con todo, os envié a todos mis siervos los profetas repetidas veces, diciendo: “No hagáis ahora esta cosa abominable que yo aborrezco”.

5 Pero no escucharon ni inclinaron su oído para apartarse de su maldad, para dejar de quemar sacrificios a otros dioses.

6 Por tanto, se derramó mi ira y mi furor y ardió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que fueron convertidas en ruinas y en desolación, como lo están hoy.

7 Ahora pues, así dice el Señor Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: “¿Por qué os hacéis un daño tan grande a vosotros mismos cortando de entre vosotros a hombre y mujer, niño y lactante de en medio de Judá, sin que os quede remanente,

8 provocándome a ira con la obra de vuestras manos, quemando sacrificios a otros dioses en la tierra de Egipto, adonde habéis entrado a residir, de modo que seáis exterminados y vengáis a ser maldición y oprobio entre todas las naciones de la tierra?

9 ¿Habéis olvidado las maldades de vuestros padres, las maldades de los reyes de Judá y las maldades de sus mujeres, vuestras propias maldades y las maldades de vuestras mujeres, que cometieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén?

10 Pero hasta hoy no se han humillado, ni han temido, ni han andado en mi ley ni en mis estatutos que puse delante de vosotros y delante de vuestros padres” ».

11 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «He aquí, volveré el rostro contra vosotros para mal, y para destruir a todo Judá.

12 Y quitaré el remanente de Judá que ha decidido entrar en la tierra de Egipto para residir allí, y serán acabados en la tierra de Egipto; caerán a espada, por el hambre serán acabados. Tanto el pequeño como el grande morirán a espada y de hambre; seréis motivo de maldición, de horror, de imprecación y de oprobio.

13 Y castigaré a los que moran en la tierra de Egipto, como he castigado a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia.

14 Y no quedará quien escape ni quien sobreviva del remanente de Judá que ha entrado en la tierra de Egipto para residir allí, para luego volver a la tierra de Judá a la cual añoran volver a fin de morar allí, porque ninguno volverá, excepto algunos fugitivos».

15 Entonces todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban sacrificios a otros dioses, junto con todas las mujeres que estaban presentes, una gran multitud, y todo el pueblo que moraba en la tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías, diciendo:

16 En cuanto al mensaje que nos has hablado en el nombre del Señor, no vamos a escucharte,

17 sino que ciertamente cumpliremos toda palabra que ha salido de nuestra boca, y quemaremos sacrificios a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hacíamos nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces teníamos bastante alimento, prosperábamos y no veíamos mal alguno.

18 Pero desde que dejamos de quemar sacrificios a la reina del cielo y derramarle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y por el hambre hemos sido acabados.

19 Y, dijeron las mujeres, cuando nosotras quemábamos sacrificios a la reina del cielo y le derramábamos libaciones, ¿acaso sin saberlo nuestros maridos le hacíamos tortas con su imagen y le derramábamos libaciones?

20 Entonces Jeremías habló a todo el pueblo, a hombres y a mujeres, a todo el pueblo que así le respondía, diciendo:

21 En cuanto a los sacrificios que habéis quemado en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros príncipes y el pueblo de la tierra, ¿no se ha acordado el Señor de ellos, y no ha venido esto a su mente?

22 El Señor no pudo soportar más, a causa de la maldad de vuestras obras y a causa de las abominaciones que habíais cometido; por eso vuestra tierra fue convertida en ruinas, objeto de horror y maldición, sin habitantes, como está hoy.

23 Porque quemasteis sacrificios y pecasteis contra el Señor y no obedecisteis la voz del Señor ni anduvisteis en su ley, ni en sus estatutos, ni en sus testimonios, por tanto, os ha sobrevenido esta calamidad, como sucede hoy.

24 Entonces Jeremías dijo a todo el pueblo y a todas las mujeres: Oíd la palabra del Señor, todo Judá, los que estáis en la tierra de Egipto:

25 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «Vosotros y vuestras mujeres habéis hablado con vuestra boca y lo habéis realizado con vuestras manos, diciendo: “Ciertamente cumpliremos los votos que hemos hecho de quemar sacrificios a la reina del cielo y de derramarle libaciones”. ¡Id a cumplir vuestros votos! ¡Poned por obra vuestros votos!».

26 Pero oíd la palabra del Señor, todo Judá, los que habitáis en la tierra de Egipto: «He aquí, he jurado por mi gran nombre» —dice el Señor— «que nunca más será invocado mi nombre en toda la tierra de Egipto por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: “Vive el Señor Dios”.

27 He aquí, velo sobre ellos para mal y no para bien, y serán acabados todos los hombres de Judá que están en la tierra de Egipto por la espada y por el hambre hasta que sean totalmente exterminados.

28 Y los que escapen de la espada, pocos en número, volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá. Entonces sabrá todo el remanente de Judá que ha ido a la tierra de Egipto para residir allí, qué palabra ha de permanecer, si la mía o la de ellos.

29 Y esta será la señal para vosotros» —declara el Señor— «de que os voy a castigar en este lugar, para que sepáis que ciertamente mis palabras permanecerán para mal contra vosotros».

30 Así dice el Señor: «He aquí, entregaré a Faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida, así como entregué a Sedequías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo, que buscaba su vida».

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