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Jeremías 31 - Biblia de las Americas 1997

Gozo en lugar de duelo

1 En aquel tiempo —declara el Señor— yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo.

2 Así dice el Señor: Ha hallado gracia en el desierto el pueblo que escapó de la espada, Israel, cuando iba en busca de su reposo.

3 Desde lejos el Señor se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia.

4 De nuevo te edificaré, y serás reedificada, virgen de Israel; de nuevo tomarás tus panderos, y saldrás a las danzas con los que se divierten.

5 De nuevo plantarás viñas en los montes de Samaria; los plantadores las plantarán y las disfrutarán.

6 Porque habrá un día en que clamarán los guardas en la región montañosa de Efraín: «Levantaos y subamos a Sión, al Señor nuestro Dios».

7 Porque así dice el Señor: Gritad con alegría por Jacob, y dad voces por la primera de las naciones; proclamad, dad alabanza, y decid: «Oh Señor, salva a tu pueblo, al remanente de Israel».

8 He aquí, yo los traigo del país del norte, y los reuniré de los confines de la tierra, entre ellos los ciegos y los cojos, la mujer encinta y también la que está dando a luz; una gran compañía volverá acá.

9 Con llanto vendrán, y entre súplicas los guiaré; los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy un padre para Israel, y Efraín es mi primogénito.

10 Oíd, naciones, la palabra del Señor, anunciad en las costas lejanas, y decid: El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo guardará como un pastor a su rebaño.

11 Porque el Señor ha rescatado a Jacob, y lo ha redimido de manos más fuertes que él.

12 Vendrán y gritarán de júbilo en lo alto de Sión, y radiarán de gozo por la bondad del Señor: por el grano, por el vino y por el aceite, y por las crías de las ovejas y de las vacas. Su alma será como huerto regado, y nunca más languidecerán.

13 Entonces la virgen se alegrará en la danza, y los jóvenes y los ancianos a una; cambiaré su duelo en gozo, los consolaré y los alegraré de su tristeza.

14 Y llenaré con abundancia el alma de los sacerdotes, y mi pueblo se saciará de mi bondad —declara el Señor.

15 Así dice el Señor: Se oye una voz en Ramá, lamento y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos; rehúsa ser consolada, por sus hijos que ya no existen.

16 Así dice el Señor: Reprime tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; hay pago para tu trabajo —declara el Señor—, pues volverán de la tierra del enemigo.

17 Y hay esperanza para tu porvenir —declara el Señor—, los hijos volverán a su territorio.

18 Ciertamente he oído a Efraín lamentarse: «Me has castigado, y castigado fui como becerro indómito. Hazme volver para que sea restaurado, pues tú, Señor, eres mi Dios.

19 Porque después que me aparté, me arrepentí, y después que comprendí, me di golpes en el muslo; me avergoncé y también me humillé, porque llevaba el oprobio de mi juventud».

20 ¿No es Efraín mi hijo amado? ¿No es un niño encantador? Pues siempre que hablo contra él, lo recuerdo aún más; por eso mis entrañas se conmueven por él, ciertamente tendré de él misericordia —declara el Señor.

21 Levanta para ti señales, coloca para ti majanos; presta atención a la calzada, al camino que anduviste. Vuelve, virgen de Israel, vuelve a estas tus ciudades.

22 ¿Hasta cuándo andarás errante, hija infiel? Porque el Señor ha creado algo nuevo en la tierra: la mujer rodeará al hombre.

23 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Otra vez hablarán esta palabra en la tierra de Judá y en sus ciudades, cuando yo restaure su bienestar: «El Señor te bendiga, morada de justicia, monte santo».

24 Y morarán juntamente en ella Judá y todas sus ciudades, los labradores y los que van con los rebaños.

25 Porque yo he de satisfacer al alma cansada y he de saciar a toda alma atribulada.

El nuevo pacto

26 En esto me desperté y miré, y mi sueño me resultó agradable.

27 He aquí, vienen días —declara el Señor— en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal.

28 Y como velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para derrocar, para destruir y para traer calamidad, así velaré sobre ellos para edificar y para plantar —declara el Señor.

29 En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen dentera»,

30 sino que cada cual por su propia iniquidad morirá; los dientes de todo hombre que coma uvas agrias tendrán dentera.

31 He aquí, vienen días —declara el Señor— en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto,

32 no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos —declara el Señor;

33 porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días —declara el Señor—. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

34 Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor», porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande —declara el Señor— pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.

35 Así dice el Señor, el que da el sol para luz del día, y las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, el que agita el mar para que bramen sus olas; el Señor de los ejércitos es su nombre:

36 Si se apartan estas leyes de mi presencia —declara el Señor— también la descendencia de Israel dejará de ser nación en mi presencia para siempre.

37 Así dice el Señor: Si los cielos arriba pueden medirse, y explorarse abajo los cimientos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron —declara el Señor.

38 He aquí, vienen días —declara el Señor— en que la ciudad será reedificada para el Señor, desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Angulo.

39 Y el cordel de medir saldrá más allá, directamente hasta la colina de Gareb, y girará hasta Goa.

40 Y todo el valle de los cadáveres y de las cenizas, y todos los campos hasta el arroyo Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los Caballos hacia el oriente, serán santos al Señor. La ciudad no será arrancada ni derribada nunca jamás.

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