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Jeremías 23 - Biblia de las Americas 1997

Los malos pastores y regreso del remanente

1 ¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mis prados! —declara el Señor.

2 Por tanto, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mis ovejas y las habéis ahuyentado, y no os habéis ocupado de ellas; he aquí, yo me ocuparé de vosotros por la maldad de vuestras obras —declara el Señor.

3 Yo mismo reuniré el remanente de mis ovejas de todas las tierras adonde las he echado, y las haré volver a sus pastos; y crecerán y se multiplicarán.

4 Pondré sobre ellas pastores que las apacentarán, y nunca más tendrán temor, ni se aterrarán, ni faltará ninguna —declara el Señor.

5 He aquí, vienen días —declara el Señor— en que levantaré a David un Renuevo justo; y Él reinará como rey, actuará sabiamente, y practicará el derecho y la justicia en la tierra.

6 En sus días será salvo Judá, e Israel morará seguro; y este es su nombre por el cual será llamado: «El Señor, justicia nuestra».

7 Por tanto, he aquí, vienen días —declara el Señor— cuando no dirán más: «Vive el Señor, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto»,

8 sino: «Vive el Señor que hizo subir y trajo a los descendientes de la casa de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras adonde los había echado»; y habitarán en su propio suelo.

9 En cuanto a los profetas: quebrantado está mi corazón dentro de mí, tiemblan todos mis huesos; estoy como un ebrio, como un hombre a quien domina el vino, por causa del Señor y por causa de sus santas palabras.

10 Porque la tierra está llena de adúlteros; porque a causa de la maldición se ha enlutado la tierra, se han secado los pastos del desierto. Pues es mala la carrera de ellos y su poderío no es recto.

11 Porque tanto el profeta como el sacerdote están corrompidos; aun en mi casa he hallado su maldad —declara el Señor.

12 Por tanto, su camino será para ellos como resbaladeros; a las tinieblas serán empujados y en ellas caerán; porque traeré sobre ellos calamidad el año de su castigo —declara el Señor.

13 Además, entre los profetas de Samaria he visto algo ofensivo: profetizaban en nombre de Baal y extraviaban a mi pueblo Israel.

14 También entre los profetas de Jerusalén he visto algo horrible: cometían adulterio y andaban en mentiras; fortalecían las manos de los malhechores, sin convertirse ninguno de su maldad. Se me han vuelto todos ellos como Sodoma, y sus habitantes como Gomorra.

15 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos acerca de los profetas: «He aquí, les daré de comer ajenjo y les daré de beber agua envenenada, porque de los profetas de Jerusalén ha salido la corrupción por toda la tierra».

16 Así dice el Señor de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Ellos os conducen hacia lo vano; os cuentan la visión de su propia fantasía, no de la boca del Señor.

17 Dicen de continuo a los que me desprecian: «El Señor ha dicho: “Tendréis paz” »; y a todo el que anda en la terquedad de su corazón dicen: «No vendrá calamidad sobre vosotros».

18 Pero ¿quién ha estado en el consejo del Señor, y vio y oyó su palabra? ¿Quién ha prestado atención a su palabra y la ha escuchado?

19 He aquí, la tempestad del Señor ha salido con furor, un torbellino impetuoso descargará sobre la cabeza de los impíos.

20 No se apartará la ira del Señor hasta que haya realizado y llevado a cabo los propósitos de su corazón. En los postreros días lo entenderéis claramente.

21 Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron; no les hablé, mas ellos profetizaron.

22 Pero si ellos hubieran estado en mi consejo, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras.

23 ¿Soy yo un Dios de cerca —declara el Señor— y no un Dios de lejos?

24 ¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea? —declara el Señor. ¿No lleno yo los cielos y la tierra? —declara el Señor.

25 He oído lo que dicen los profetas que profetizan mentira en mi nombre, diciendo: «¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!».

26 ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón,

27 que tratan de que mi pueblo se olvide de mi nombre con los sueños que se cuentan unos a otros, tal como sus padres olvidaron mi nombre a causa de Baal?

28 El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? —declara el Señor.

29 ¿No es mi palabra como fuego —declara el Señor— y como martillo que despedaza la roca?

30 Por tanto, he aquí, estoy contra los profetas —declara el Señor— que se roban mis palabras el uno al otro.

31 He aquí, estoy contra los profetas —declara el Señor— que usan sus lenguas y dicen: «El Señor declara».

32 He aquí, estoy contra los que profetizan sueños falsos —declara el Señor— y los cuentan y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y sus presunciones, cuando yo no los envié ni les di órdenes, ni son de provecho alguno para este pueblo —declara el Señor.

33 Y cuando te pregunte este pueblo, o el profeta, o sacerdote, diciendo: «¿Cuál es la profecía del Señor?», les dirás: «¿Cuál profecía?». El Señor declara: «Yo os abandonaré».

34 Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que diga: «Profecía del Señor», traeré castigo sobre tal hombre y sobre su casa.

35 Así diréis cada uno a su prójimo y cada uno a su hermano: «¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha hablado el Señor?».

36 Y no os acordaréis más de la profecía del Señor, porque la palabra de cada uno le será por profecía, pues habéis pervertido las palabras del Dios viviente, del Señor de los ejércitos, nuestro Dios.

37 Así dirás al profeta: «¿Qué te ha respondido el Señor? ¿Qué ha hablado el Señor?».

38 Pero si decís: «¡Profecía del Señor!», entonces así dice el Señor: «Por cuanto habéis dicho esta palabra: “¡Profecía del Señor!”, habiendo yo enviado a deciros: “No digáis: ‘¡Profecía del Señor!’ ” »,

39 por tanto, he aquí, ciertamente me olvidaré de vosotros y os echaré de mi presencia, junto con la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres;

40 y pondré sobre vosotros oprobio eterno y humillación eterna que nunca será olvidada.

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