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Jeremías 13 - Biblia de las Americas 1997

El cinturón de lino podrido

1 Así me dijo el Señor: Ve y cómprate un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo metas en agua.

2 Compré, pues, el cinturón conforme a la palabra del Señor, y me lo puse en la cintura.

3 Entonces vino a mí la palabra del Señor por segunda vez, diciendo:

4 Toma el cinturón que has comprado, que llevas a la cintura, y levántate, vete al Eufrates y escóndelo allá en una hendidura de la peña.

5 Fui, pues, y lo escondí junto al Eufrates como el Señor me había mandado.

6 Y sucedió que después de muchos días el Señor me dijo: Levántate, vete al Eufrates y toma de allí el cinturón que te mandé que escondieras allá.

7 Fui, pues, al Eufrates y cavé, tomé el cinturón del lugar donde lo había escondido, y he aquí, el cinturón estaba podrido; no servía para nada.

8 Entonces vino a mí la palabra del Señor, diciendo:

9 Así dice el Señor: «De la misma manera haré que se pudra la soberbia de Judá y la gran soberbia de Jerusalén.

10 Este pueblo malvado, que rehúsa escuchar mis palabras, que anda en la terquedad de su corazón y se ha ido tras otros dioses a servirles y a postrarse ante ellos, ha de ser como este cinturón que no sirve para nada.

Los cántaros estrellados

11 Porque como el cinturón se adhiere a la cintura del hombre, así hice adherirse a mí a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá» —declara el Señor— «a fin de que fueran para mí por pueblo, por renombre, por alabanza y por gloria, pero no escucharon».

12 También les dirás esta palabra: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Todo cántaro se llenará de vino” ». Y cuando ellos te digan: «¿Acaso no sabemos bien que todo cántaro ha de llenarse de vino?»,

13 entonces les dirás: «Así dice el Señor: “He aquí, voy a llenar de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra: a los reyes sucesores de David que se sientan sobre su trono, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén;

14 y los estrellaré unos contra otros, los padres con los hijos por igual” —declara el Señor. “No tendré piedad, ni lástima, ni compasión, para dejar de destruirlos” ».

15 Escuchad y prestad atención, no seáis altaneros, porque el Señor ha hablado.

16 Dad gloria al Señor vuestro Dios antes que haga venir las tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen sobre los montes oscuros, y estéis esperando la luz, y Él la transforme en profundas tinieblas, la torne en lobreguez.

17 Pero si no escucháis esto, mi alma sollozará en secreto por tal orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se anegarán en lágrimas, porque ha sido hecho cautivo el rebaño del Señor.

18 Di al rey y a la reina madre: Humillaos, sentaos en el suelo, porque ha caído de vuestras cabezas vuestra hermosa corona.

19 Las ciudades del Neguev han sido cerradas, y no hay quien las abra: todo Judá ha sido llevado al destierro, llevado al cautiverio en su totalidad.

20 Alzad vuestros ojos, y ved a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue confiado, tus hermosas ovejas?

21 ¿Qué dirás cuando Él ponga sobre ti (a los que tú mismo habías enseñado) a antiguos compañeros para ser cabeza tuya? ¿No te vendrán dolores como de mujer de parto?

22 Y si dices en tu corazón: «¿Por qué me han sucedido estas cosas?». Por la magnitud de tu iniquidad te han quitado las faldas y descubierto tus calcañares.

23 ¿Puede el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas? Así vosotros, ¿podréis hacer el bien estando acostumbrados a hacer el mal?

24 Por tanto, os esparciré como paja arrastrada por el viento del desierto.

25 Esta es tu suerte, la porción que ya he medido para ti —declara el Señor— porque me has olvidado, y has confiado en la mentira.

26 Por lo cual yo también te levantaré las faldas sobre tu rostro, para que se vea tu vergüenza.

27 En tus adulterios y en tus relinchos, en la bajeza de tu prostitución sobre las colinas del campo, he visto tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén! ¿Hasta cuándo seguirás sin purificarte?

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