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Isaías 10 - Biblia de las Americas 1997

1 ¡Ay de los que decretan estatutos inicuos, y de los que constantemente escriben decisiones injustas,

2 para privar de justicia a los necesitados, para robar de sus derechos a los pobres de mi pueblo, para hacer de las viudas su botín, y despojar a los huérfanos!

3 ¿Y que haréis en el día del castigo, en la devastación que vendrá de lejos? ¿A quién huiréis por auxilio? ¿Y dónde dejaréis vuestra riqueza?

Asiria, instrumento de castigo

4 Solo queda encorvarse entre los cautivos o caer entre los muertos. Con todo eso no se aparta su ira, y aún está su mano extendida.

5 ¡Ay de Asiria, vara de mi ira y báculo en cuyas manos está mi indignación!

6 Contra una nación impía la envío y contra el pueblo de mi furor la mandaré, para que capture botín y tome despojos y los pisotee como el lodo de las calles.

7 Pero ella no tiene tal intento, ni piensa así en su corazón, sino que su intención es destruir y exterminar no pocas naciones.

8 Porque dice: ¿No son mis príncipes todos ellos reyes?

9 ¿No es Calno como Carquemis? ¿No es Hamat como Arfad? ¿No es Samaria como Damasco?

10 Como alcanzó mi mano los reinos de los ídolos, cuyas imágenes talladas excedían a las de Jerusalén y Samaria,

11 como hice a Samaria y a sus ídolos, ¿no haré así también a Jerusalén y a sus imágenes?

12 Y sucederá que cuando el Señor haya terminado toda su obra en el monte Sión y en Jerusalén, dirá: Castigaré el fruto del corazón orgulloso del rey de Asiria y la ostentación de su altivez.

13 Porque ha dicho: Con el poder de mi mano lo hice, y con mi sabiduría, pues tengo entendimiento; quité las fronteras de los pueblos, saqueé sus tesoros, y como hombre fuerte abatí a sus habitantes.

14 Alcanzó mi mano las riquezas de los pueblos como a un nido; como se recogen los huevos abandonados, yo junté toda la tierra, y no hubo quien aleteara ni abriera el pico ni gorgojeara.

15 ¿Ha de enaltecerse el hacha sobre el que corta con ella? ¿Ha de engrandecerse la sierra sobre el que la maneja? ¡Como si un báculo manejara a los que lo levantan, como si una vara levantara al que no es madera!

16 Por eso el Señor, Dios de los ejércitos, enviará una enfermedad extenuante entre sus robustos guerreros; y debajo de su gloria encenderá una hoguera como fuego abrasador.

17 La luz de Israel se convertirá en fuego y su Santo en llama, y quemará y consumirá sus espinos y sus zarzas en un solo día.

18 Él destruirá la gloria de su bosque y de su fértil huerto, tanto el alma como el cuerpo, y será como cuando un enfermo languidece;

19 y los árboles que queden de su bosque serán tan pocos que un niño podrá contarlos.

20 Sucederá en aquel día que el remanente de Israel y los de la casa de Jacob que hayan escapado, no volverán a apoyarse más en el que los hirió, sino que en verdad se apoyarán en el Señor, el Santo de Israel.

21 Un remanente volverá, el remanente de Jacob, al Dios poderoso.

22 Pues aunque tu pueblo, oh Israel, sea como la arena del mar, solo un remanente de él volverá; la destrucción está decidida, rebosando justicia.

23 Pues una destrucción completa, ya decretada, ejecutará el Señor, Dios de los ejércitos, en medio de toda la tierra.

24 Por tanto, así dice el Señor, Dios de los ejércitos: Pueblo mío que moras en Sión, no temas al asirio que te hiere con vara y levanta su báculo contra ti a la manera de Egipto.

25 Porque dentro de muy poco mi indignación contra ti terminará, y mi ira la dirigiré a su destrucción.

26 Y el Señor de los ejércitos levantará un azote contra él como la matanza de Madián en la peña de Oreb; su báculo estará sobre el mar y lo levantará de la manera que lo hizo en Egipto.

27 Y sucederá en aquel día que la carga de Asiria será quitada de tus hombros y su yugo de tu cerviz, y el yugo será quebrado a causa de la grosura.

28 Él ha venido contra Ajat, ha pasado por Migrón; en Micmas dejó su bagaje.

29 Han pasado por el desfiladero, diciendo: Geba será nuestro alojamiento. Ramá está aterrada, y Guibeá de Saúl ha huido.

30 ¡Clama a gran voz, oh hija de Galim! ¡Pon atención, Lais; desdichada de ti, Anatot!

31 Ha huido Madmena. Los habitantes de Gebim han buscado refugio.

32 Hoy mismo él se detendrá en Nob, agitará su mano contra el monte de la hija de Sión, la colina de Jerusalén.

33 He aquí, el Señor, Dios de los ejércitos, desgajará el ramaje con terrible crujido; los árboles de gran altura serán cortados, los elevados serán abatidos.

34 Él cortará la espesura del bosque con hacha de hierro, y el Líbano caerá ante el Poderoso.

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