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Hechos 7 - Biblia de las Americas 1997

Discurso de Esteban

1 Y el sumo sacerdote dijo: ¿Es esto así?

2 Y él dijo: Escuchadme, hermanos y padres. El Dios de gloria apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia, antes que habitara en Harán,

3 y le dijo: «Sal de tu tierra y de tu parentela, y ve a la tierra que yo te mostraré».

4 Entonces él salió de la tierra de los caldeos y se radicó en Harán. Y de allí, después de la muerte de su padre, Dios lo trasladó a esta tierra en la cual ahora vosotros habitáis.

5 No le dio en ella heredad, ni siquiera la medida de la planta del pie, y sin embargo, aunque no tenía hijo, prometió que se la daría en posesión a él y a su descendencia después de él.

6 Y Dios dijo así: «Que sus descendientes serían extranjeros en una tierra extraña, y que serían esclavizados y maltratados por cuatrocientos años.

7 Pero yo mismo juzgaré a cualquier nación de la cual sean esclavos» —dijo Dios— «y después de eso saldrán y me servirán en este lugar».

8 Y Dios le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham vino a ser el padre de Isaac, y lo circuncidó al octavo día; e Isaac vino a ser el padre de Jacob, y Jacob de los doce patriarcas.

9 Y los patriarcas tuvieron envidia de José y lo vendieron para Egipto. Pero Dios estaba con él,

10 y lo rescató de todas sus aflicciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón, rey de Egipto, y este lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.

11 Entonces vino hambre sobre todo Egipto y Canaán, y con ella gran aflicción; y nuestros padres no hallaban alimentos.

12 Pero cuando Jacob supo que había grano en Egipto, envió a nuestros padres allá la primera vez.

13 En la segunda visita, José se dio a conocer a sus hermanos, y conoció Faraón el linaje de José.

14 Y José, enviando mensaje, mandó llamar a Jacob su padre y a toda su parentela, en total setenta y cinco personas.

15 Y Jacob descendió a Egipto, y allí murió él y también nuestros padres.

16 Y de allí fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que por una suma de dinero había comprado Abraham a los hijos de Hamor en Siquem.

17 Pero a medida que se acercaba el tiempo de la promesa que Dios había confirmado a Abraham, el pueblo crecía y se multiplicaba en Egipto,

18 hasta que surgió otro rey en Egipto que no sabía nada de José.

19 Este rey, obrando con astucia contra nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres, a fin de que expusieran a la muerte a sus niños para que no vivieran.

20 Fue por ese tiempo que Moisés nació. Era hermoso a la vista de Dios, y fue criado por tres meses en la casa de su padre.

21 Después de ser abandonado para morir, la hija de Faraón se lo llevó y lo crió como su propio hijo.

22 Y Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era un hombre poderoso en palabras y en hechos.

23 Pero cuando iba a cumplir la edad de cuarenta años, sintió en su corazón el deseo de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.

24 Y al ver que uno de ellos era tratado injustamente, lo defendió y vengó al oprimido matando al egipcio.

25 Pensaba que sus hermanos entendían que Dios les estaba dando libertad por medio de él, pero ellos no entendieron.

26 Al día siguiente se les presentó, cuando dos de ellos reñían, y trató de poner paz entre ellos, diciendo: «Varones, vosotros sois hermanos, ¿por qué os herís el uno al otro?».

27 Pero el que estaba hiriendo a su prójimo lo empujó, diciendo: «¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?

28 ¿Acaso quieres matarme como mataste ayer al egipcio?».

29 Al oír estas palabras, Moisés huyo y se convirtió en extranjero en la tierra de Madián, donde fue padre de dos hijos.

30 Y pasados cuarenta años, se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, en la llama de una zarza que ardía.

31 Al ver esto, Moisés se maravillaba de la visión, y al acercarse para ver mejor, vino a él la voz del Señor:

32 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob». Moisés temblando, no se atrevía a mirar.

33 Pero el Señor le dijo: «Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás es tierra santa.

34 Ciertamente he visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus gemidos, y he descendido para librarlos; ven ahora y te enviaré a Egipto».

35 Este Moisés, a quien ellos rechazaron, diciendo: «¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?» es el mismo que Dios envió para ser gobernante y libertador con la ayuda del ángel que se le apareció en la zarza.

36 Este hombre los sacó, haciendo prodigios y señales en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años.

37 Este es el mismo Moisés que dijo a los hijos de Israel: «Dios os levantará un profeta como yo de entre vuestros hermanos».

38 Este es el que estaba en la congregación en el desierto junto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y el que recibió palabras de vida para transmitirlas a vosotros;

39 al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que lo repudiaron, y en sus corazones regresaron a Egipto,

40 diciendo a Aarón: «Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés que nos saco de la tierra de Egipto, no sabemos lo que le haya pasado».

41 En aquellos días hicieron un becerro y ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaban en las obras de sus manos.

42 Pero Dios se apartó de ellos y los entregó para que sirvieran al ejército del cielo, como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso fue a mí a quien ofrecisteis victimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel?

43 También llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella del dios Rentan, las imágenes que hicisteis para adorarlas. Yo también os deportaré más allá de Babilonia.

44 Nuestros padres tuvieron el tabernáculo del testimonio en el desierto, tal como le había ordenado que lo hiciera aquel que habló a Moisés, conforme al modelo que había visto.

45 A su vez, habiéndolo recibido, nuestros padres lo introdujeron con Josué al tomar posesión de las naciones que Dios arrojó de delante de nuestros padres, hasta los días de David.

46 Y David halló gracia delante de Dios, y pidió el favor de hallar una morada para el Dios de Jacob.

47 Pero fue Salomón quien le edificó una casa.

48 Sin embargo, el Altísimo no habita en casas hechas por manos de hombres; como dice el profeta:

49 El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies; ¿que casa me edificaréis? —dice el Señor— ¿O cuál es el lugar de mi reposo?

50 ¿No fue mi mano la que hizo todas estas cosas?

51 Vosotros, que sois duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo; como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros.

52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que antes habían anunciado la venida del Justo, del cual ahora vosotros os hicisteis traidores y asesinos;

Martirio de Esteban

53 vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles y sin embargo no la guardasteis.

54 Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él.

55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios;

56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios.

57 Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él.

58 Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo.

59 Y mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.

60 Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió.

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